Monday, May 24, 2010
Las centenarias Bilz y Pap entraron al salón de la fama de las marcas
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24 May 2010
En 1905 parte la historia de estas gaseosas preferidas por los niños
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www.emol.com
29/07/01
El Mercurio - Reportajes
Por ENRIQUE LAFOURCADE
LA lluvia nos rebautiza cada invierno. Este tiempo frío empieza a fines de febrero. Ahora llegamos a las vacaciones de invierno, un mes en que hay sol, crecen flores sorprendentes como los lirios blancos, atigrados y surgen las violetas y los besitos y una ilusión blanca y otra que llaman ilusión polaca. Suelo comprar estos ramitos a mil pesos cada uno, para pequeños regalos. Los venden en el centro, en la calle Huérfanos, en un portal flanqueado por zapaterías en liquidación. Andar con un "bouquet" de violetas da cierto prestigio. Aunque ya no hay novias ni enamoradas que acepten este regalo. Las enamoradas prefieren cosas sólidas como un fino reloj de oro, o una invitación a Buenos Aires o a Miami. Con olfato de perro Las violetas del pasaje Matte exorcizan unos hediondos humos a fritangas en aceites quemados. Se fríen muchas papas en esta "down-town". En los viejos tiempos había allí olor a café moka, a tabacos rubios, a chocolate con vainilla. Hoy, smog y papas fritas. Hay cadenas de manufacturas de papas fritas que guardan congeladas, peladas y congeladas, unas organizaciones norteamericanas en cadenas que no son exactamente filantrópicas. Los niños las tragan con avidez bañándolas en ketchup. No nos extrañemos luego de que estos niños se transformen en unos idiotas. Adoran, también, la pizza. Igual que sus papacitos. La pizza napolitana de queso, orégano y tomates, la trajo Nemesio Ravera. Ya por 1940 la juventud estaba comiendo pizzas Ravera en el Portal Fernández Concha. Hacen pizzas con salames, choricillos, queso y orégano. Con aceitunas y espárragos. Es una masa blanda, húmeda, esponjosa, salada, que llama a la cerveza. Los niños no tomaban cerveza entonces. Un año después que apareció la pizza hizo su estreno la Coca Cola. Tengo el dato: "empezó a venderse en noviembre de 1941, embotellada y distribuida por la Viña Concha y Toro". Menos mal que no la mezclaron con vino. 80 centavos la botella. Le costó a la Coca Cola destronar a la Bilz de la CCU. La Bilz y la Papaya. Para las señoras, la malta. En los trenes al sur ofrecían: "¡Malta, Bilz y Pilsener!" Nunca oí que anunciaran la Coca Cola. Hot-dogs y hamburguesas Los hot-dogs tuvieron un tiempo. Han perdido poder. Se comían en "Bahamondes" y en "Mermoz". Aún. En este último lugar cantó Carlitos Gardel, la única vez que vino a Chile. Allí estaba el teatro "Royal". No creo que hubiera hot-dogs en esos primeros años del siglo XX. Un buen hot-dog necesita un pan recién horneado; esponjoso, de harina blanca. La salchicha trabajada en la plancha hasta quedar tostada y dura por afuera y jugosa y gustosa, por dentro. En el medio de este pan con forma de submarino. Para las nuevas generaciones: un completo es pan con salchicha cubierto por un plumón de chucrut y encima otro de mayonesa. El ideal es que sea la mayonesa con huevo y papa, alimonada. Como remate, unas gotas de ketchup. Los niños impacientes le daban un primer mordizco muy nervioso y la salchicha salía volando por la otra punta. El especial - mi predilecto- era pan, salchicha, mayonesa y mostaza. Los dos estilos llamaban a la cerveza de schop. A los niños los complicaban estos hot-dogs. No sabían por dónde empezar. Y los perros calientes mantenían ese hábito de salir arrancando por algún extremo del pan. Los aullidos los ponía el niño. En cambio las hamburguesas eran más tranquilas. Variación del sánguche. Aunque son calientes. Hechas con carne molida. La hamburguesa de Hamburgo tenía cierto esplendor, buena carne con un toque de cebolla y condimentos, recubierta por mostaza oscura, picante. Y cerveza. La versión norteamericana fue, al principio, tímida. Después comenzaron a agregarle pisos. En el segundo, pura cebolla pluma. En el tercero, lechuga con queso. Ignoro cuántos pisos tienen ahora esas hamburguesas. Igual se les derrumban a los niños. En los "Bier Hall", en los clubes alemanes de canto, en las cervecerías del centro, en los portales. La pizza se abrió paso y hacia 1989 ya podía adquirirse en las cadenas de pizzerías. Aún tiene prestigio para las comidas ligeras, cuando caen por sorpresa a las casas la familia completa y todos los compañeros de curso. Hoy las encargan por teléfono. Se reparten en motonetas. Salen unas enormes y deformadas obleas de masa chorreante, mojada, abominable. Las hamburguesas, según una fuente de último minuto, se reincorporaron con mucha fuerza a nuestros hábitos nutritivos al crearse en diciembre de 1967 el "Burger Inn", en la segunda cuadra de Ahumada. Sería muy interesante hacer una encuesta seria sobre la popularidad de estos alimentos: el hot-dog, las papas fritas, la pizza, la hamburguesa. Con la colaboración de esos eruditos y perfectos estadísticos ínsitos en nuestra administración técnica. Aunque me temo que la sopaipilla, de la que me estaba olvidando, ganaría de aquí a Penco. ¡Sánguches de niños en vacaciones! Ah, esa hambre inextinguible. Esas torres de pan rellenas que, si se apretaban con gula, comenzaban a "salirse". Como mujeres gordas, explotando en toda suerte de sorpresas: pollo picado, jamón con gusto a humo, torrejas de tomate, salames y mortadelas entre lechugas y cebollas. Un buen niño en vacaciones de invierno debería volver de su paseo con diarrea, bien repleto, con chorreaduras totales, incluidas las de los helados. ¡Cómo hemos progresado! Me dan unos ahogos sólo de pensar en tanto progreso. Los bikinis que debutan en Viña del Mar, en el verano de 1961. Con orgullo la prensa explicaba que hacía apenas cinco años que habían hecho su aparición en Europa. ¡Y qué me dicen ustedes de los primeros blue jeans, "los bluyines", que aparecen en Santiago en 1957! Extrañas prendas. Los "jeanes" entrados de contrabando, vía Arica, venían a encapsular a las muchachas. Aunque también a sacralizar los derriéres, el chompiz, a sellarlos en un cartucho. La juventud gritó por estos síntomas de encartuchamiento. Por suerte, los bikinis predicaban lo opuesto, la irreprimible marcha hacia el piluchismo democrático. Fue el instante muy propicio para crear el P.D.C. (Piluchismo Democrático Cristiano), comienzo de la revolución sexual. A estos dos hitos fundamentales del ascenso del hombre deberíamos agregar la minifalda. Aparece en 1964. Invención de los escoceses. Quisieron, en un acto más de independentismo contra los malvados colonialistas ingleses, acortar sus kilts de guerra. No tuvieron el éxito que se merecían estos actos de valor. Una aventajada comerciante anglosajona - Mary, por supuesto- se apropió de la idea. ¡Y ya está! ¡Tres hitos de indesmentible progreso para la mujer del siglo XX! Aprovechándose del pánico, en 1973, en la Quinta Normal, se efectuó con bastante publicidad, el primer matrimonio de homosexuales ocurrido en Chile. El novio se llamaba Raúl Sanhueza Celedón, de profesión sastre. La novia, su amigo Jorge Vidal. Enviaron partes y la fiesta duró varios días. La justicia - impresionada por los signos de los tiempos, la minifalda, los "bluyines" y el bikini- se demoró en intervenir. Recién en 1982 actuó tímidamente tomando algunas medidas y estableciendo que el sastre y su amigo no habrían tipificado delito alguno. El sastre Sanhueza Celedón fue un adelantado. Y la comuna de Quinta Normal, pionera en la "modernidad". El ejemplo del sastrecillo valiente no fue a mayores. Qué hacemos con el frío Ayer y anteayer anduve por esas calles centrales de nuestra ciudad capital. Soplaban unos vientos antárticos. En chales y paños sobre las baldosas de las calles peatonales, los vendedores de compac-disc y naipes. ¿Por qué barajas? Lo ignoro. También, cigarrillos de extrañas marcas. Todo esto "home-made". Me informan que en las poblaciones hay ya fábricas importantes de cigarrillos con picardía, es decir, con marihuana. Ese mocetón que parece un forajido recién escapado de algún presidio de un cerro de Valparaíso, orgulloso con sus tenidas de muchas parkas y varios pantalones llenos de bolsillos, con tajos, cierres, botonaduras, con un total que concluye en unas enormes zapatillas de buzo (de modelo antiguo de buzo) con los cordones al aire, ese demacrado gorila lleno de pelos, y aros en las orejas, con mirada de asesino, vende preservativos hechos a mano. Chinos. Los vocea: - ¡Llevar a 500! ¡Chinos auténticos! ¡Quelel tandeal a 500! ¡Chinos! ¡Proteja la industria nacional! Capaz que los condones tengan también picardía. Inspecciono el comercio. Nadie compra. Tal vez porque son las 11 de la mañana. Sólo un prudente turista alemán compraría condones chinos a las 11 de la mañana. Al lado del forajido hay una mujer joven, aterida, que ofrece gorros de pieles sintéticas. Y un coche de guagua repleto de chales de lana. Sospecho que lo usan como transporte para despistar a los verdes. Si éstos los sorprenden, pueden llenar en segundos el coche con su mercadería y escapar gritando: "¡Abran paso a la guagüita que está con ataque!". Tal vez, adentro, hay una guagua de verdad. Quizá venden guaguas. ¿Cuánto vale una guagua en Ahumada? Son guaguas ahumadas, fuertes, aguantadoras de los peores fríos, hasta que se transforman en angelitos. Experimentadas en inundaciones y bronquitis y pulmonías y plagas de todas clases. Tal vez, vacunadas. Me parece oír al delincuente gritar: - "¡Oiga, le traímos guaguas chinas, vacunadas!". Seguro que si me quedo un poco más, la cabra, la madrecita de 16 años, me la ofrece en venta. Ya deben estar vendiendo criaturas de leche. Alguien me contó que es un buen negocio, que se venden diariamente entre seis a siete guaguas. Primero, las maquillan para que parezcan guaguas de rico. Y les dan algo para que duerman. Muchas se mueren. Bien, yo creo que estoy inventando. La ciudad áspera. Ni siquiera vuelan las palomas, la pascuense que vende café en el "Haití" ha engordado. El frío.
Citados: Carlitos Gardel , Jorge Vidal , Nemesio Ravera , Raúl Sanhueza Celedón
© 2008 EMOL ( Términos y condiciones de uso,
24 May 2010
En 1905 parte la historia de estas gaseosas preferidas por los niños
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29/07/01
El Mercurio - Reportajes
Por ENRIQUE LAFOURCADE
LA lluvia nos rebautiza cada invierno. Este tiempo frío empieza a fines de febrero. Ahora llegamos a las vacaciones de invierno, un mes en que hay sol, crecen flores sorprendentes como los lirios blancos, atigrados y surgen las violetas y los besitos y una ilusión blanca y otra que llaman ilusión polaca. Suelo comprar estos ramitos a mil pesos cada uno, para pequeños regalos. Los venden en el centro, en la calle Huérfanos, en un portal flanqueado por zapaterías en liquidación. Andar con un "bouquet" de violetas da cierto prestigio. Aunque ya no hay novias ni enamoradas que acepten este regalo. Las enamoradas prefieren cosas sólidas como un fino reloj de oro, o una invitación a Buenos Aires o a Miami. Con olfato de perro Las violetas del pasaje Matte exorcizan unos hediondos humos a fritangas en aceites quemados. Se fríen muchas papas en esta "down-town". En los viejos tiempos había allí olor a café moka, a tabacos rubios, a chocolate con vainilla. Hoy, smog y papas fritas. Hay cadenas de manufacturas de papas fritas que guardan congeladas, peladas y congeladas, unas organizaciones norteamericanas en cadenas que no son exactamente filantrópicas. Los niños las tragan con avidez bañándolas en ketchup. No nos extrañemos luego de que estos niños se transformen en unos idiotas. Adoran, también, la pizza. Igual que sus papacitos. La pizza napolitana de queso, orégano y tomates, la trajo Nemesio Ravera. Ya por 1940 la juventud estaba comiendo pizzas Ravera en el Portal Fernández Concha. Hacen pizzas con salames, choricillos, queso y orégano. Con aceitunas y espárragos. Es una masa blanda, húmeda, esponjosa, salada, que llama a la cerveza. Los niños no tomaban cerveza entonces. Un año después que apareció la pizza hizo su estreno la Coca Cola. Tengo el dato: "empezó a venderse en noviembre de 1941, embotellada y distribuida por la Viña Concha y Toro". Menos mal que no la mezclaron con vino. 80 centavos la botella. Le costó a la Coca Cola destronar a la Bilz de la CCU. La Bilz y la Papaya. Para las señoras, la malta. En los trenes al sur ofrecían: "¡Malta, Bilz y Pilsener!" Nunca oí que anunciaran la Coca Cola. Hot-dogs y hamburguesas Los hot-dogs tuvieron un tiempo. Han perdido poder. Se comían en "Bahamondes" y en "Mermoz". Aún. En este último lugar cantó Carlitos Gardel, la única vez que vino a Chile. Allí estaba el teatro "Royal". No creo que hubiera hot-dogs en esos primeros años del siglo XX. Un buen hot-dog necesita un pan recién horneado; esponjoso, de harina blanca. La salchicha trabajada en la plancha hasta quedar tostada y dura por afuera y jugosa y gustosa, por dentro. En el medio de este pan con forma de submarino. Para las nuevas generaciones: un completo es pan con salchicha cubierto por un plumón de chucrut y encima otro de mayonesa. El ideal es que sea la mayonesa con huevo y papa, alimonada. Como remate, unas gotas de ketchup. Los niños impacientes le daban un primer mordizco muy nervioso y la salchicha salía volando por la otra punta. El especial - mi predilecto- era pan, salchicha, mayonesa y mostaza. Los dos estilos llamaban a la cerveza de schop. A los niños los complicaban estos hot-dogs. No sabían por dónde empezar. Y los perros calientes mantenían ese hábito de salir arrancando por algún extremo del pan. Los aullidos los ponía el niño. En cambio las hamburguesas eran más tranquilas. Variación del sánguche. Aunque son calientes. Hechas con carne molida. La hamburguesa de Hamburgo tenía cierto esplendor, buena carne con un toque de cebolla y condimentos, recubierta por mostaza oscura, picante. Y cerveza. La versión norteamericana fue, al principio, tímida. Después comenzaron a agregarle pisos. En el segundo, pura cebolla pluma. En el tercero, lechuga con queso. Ignoro cuántos pisos tienen ahora esas hamburguesas. Igual se les derrumban a los niños. En los "Bier Hall", en los clubes alemanes de canto, en las cervecerías del centro, en los portales. La pizza se abrió paso y hacia 1989 ya podía adquirirse en las cadenas de pizzerías. Aún tiene prestigio para las comidas ligeras, cuando caen por sorpresa a las casas la familia completa y todos los compañeros de curso. Hoy las encargan por teléfono. Se reparten en motonetas. Salen unas enormes y deformadas obleas de masa chorreante, mojada, abominable. Las hamburguesas, según una fuente de último minuto, se reincorporaron con mucha fuerza a nuestros hábitos nutritivos al crearse en diciembre de 1967 el "Burger Inn", en la segunda cuadra de Ahumada. Sería muy interesante hacer una encuesta seria sobre la popularidad de estos alimentos: el hot-dog, las papas fritas, la pizza, la hamburguesa. Con la colaboración de esos eruditos y perfectos estadísticos ínsitos en nuestra administración técnica. Aunque me temo que la sopaipilla, de la que me estaba olvidando, ganaría de aquí a Penco. ¡Sánguches de niños en vacaciones! Ah, esa hambre inextinguible. Esas torres de pan rellenas que, si se apretaban con gula, comenzaban a "salirse". Como mujeres gordas, explotando en toda suerte de sorpresas: pollo picado, jamón con gusto a humo, torrejas de tomate, salames y mortadelas entre lechugas y cebollas. Un buen niño en vacaciones de invierno debería volver de su paseo con diarrea, bien repleto, con chorreaduras totales, incluidas las de los helados. ¡Cómo hemos progresado! Me dan unos ahogos sólo de pensar en tanto progreso. Los bikinis que debutan en Viña del Mar, en el verano de 1961. Con orgullo la prensa explicaba que hacía apenas cinco años que habían hecho su aparición en Europa. ¡Y qué me dicen ustedes de los primeros blue jeans, "los bluyines", que aparecen en Santiago en 1957! Extrañas prendas. Los "jeanes" entrados de contrabando, vía Arica, venían a encapsular a las muchachas. Aunque también a sacralizar los derriéres, el chompiz, a sellarlos en un cartucho. La juventud gritó por estos síntomas de encartuchamiento. Por suerte, los bikinis predicaban lo opuesto, la irreprimible marcha hacia el piluchismo democrático. Fue el instante muy propicio para crear el P.D.C. (Piluchismo Democrático Cristiano), comienzo de la revolución sexual. A estos dos hitos fundamentales del ascenso del hombre deberíamos agregar la minifalda. Aparece en 1964. Invención de los escoceses. Quisieron, en un acto más de independentismo contra los malvados colonialistas ingleses, acortar sus kilts de guerra. No tuvieron el éxito que se merecían estos actos de valor. Una aventajada comerciante anglosajona - Mary, por supuesto- se apropió de la idea. ¡Y ya está! ¡Tres hitos de indesmentible progreso para la mujer del siglo XX! Aprovechándose del pánico, en 1973, en la Quinta Normal, se efectuó con bastante publicidad, el primer matrimonio de homosexuales ocurrido en Chile. El novio se llamaba Raúl Sanhueza Celedón, de profesión sastre. La novia, su amigo Jorge Vidal. Enviaron partes y la fiesta duró varios días. La justicia - impresionada por los signos de los tiempos, la minifalda, los "bluyines" y el bikini- se demoró en intervenir. Recién en 1982 actuó tímidamente tomando algunas medidas y estableciendo que el sastre y su amigo no habrían tipificado delito alguno. El sastre Sanhueza Celedón fue un adelantado. Y la comuna de Quinta Normal, pionera en la "modernidad". El ejemplo del sastrecillo valiente no fue a mayores. Qué hacemos con el frío Ayer y anteayer anduve por esas calles centrales de nuestra ciudad capital. Soplaban unos vientos antárticos. En chales y paños sobre las baldosas de las calles peatonales, los vendedores de compac-disc y naipes. ¿Por qué barajas? Lo ignoro. También, cigarrillos de extrañas marcas. Todo esto "home-made". Me informan que en las poblaciones hay ya fábricas importantes de cigarrillos con picardía, es decir, con marihuana. Ese mocetón que parece un forajido recién escapado de algún presidio de un cerro de Valparaíso, orgulloso con sus tenidas de muchas parkas y varios pantalones llenos de bolsillos, con tajos, cierres, botonaduras, con un total que concluye en unas enormes zapatillas de buzo (de modelo antiguo de buzo) con los cordones al aire, ese demacrado gorila lleno de pelos, y aros en las orejas, con mirada de asesino, vende preservativos hechos a mano. Chinos. Los vocea: - ¡Llevar a 500! ¡Chinos auténticos! ¡Quelel tandeal a 500! ¡Chinos! ¡Proteja la industria nacional! Capaz que los condones tengan también picardía. Inspecciono el comercio. Nadie compra. Tal vez porque son las 11 de la mañana. Sólo un prudente turista alemán compraría condones chinos a las 11 de la mañana. Al lado del forajido hay una mujer joven, aterida, que ofrece gorros de pieles sintéticas. Y un coche de guagua repleto de chales de lana. Sospecho que lo usan como transporte para despistar a los verdes. Si éstos los sorprenden, pueden llenar en segundos el coche con su mercadería y escapar gritando: "¡Abran paso a la guagüita que está con ataque!". Tal vez, adentro, hay una guagua de verdad. Quizá venden guaguas. ¿Cuánto vale una guagua en Ahumada? Son guaguas ahumadas, fuertes, aguantadoras de los peores fríos, hasta que se transforman en angelitos. Experimentadas en inundaciones y bronquitis y pulmonías y plagas de todas clases. Tal vez, vacunadas. Me parece oír al delincuente gritar: - "¡Oiga, le traímos guaguas chinas, vacunadas!". Seguro que si me quedo un poco más, la cabra, la madrecita de 16 años, me la ofrece en venta. Ya deben estar vendiendo criaturas de leche. Alguien me contó que es un buen negocio, que se venden diariamente entre seis a siete guaguas. Primero, las maquillan para que parezcan guaguas de rico. Y les dan algo para que duerman. Muchas se mueren. Bien, yo creo que estoy inventando. La ciudad áspera. Ni siquiera vuelan las palomas, la pascuense que vende café en el "Haití" ha engordado. El frío.
Citados: Carlitos Gardel , Jorge Vidal , Nemesio Ravera , Raúl Sanhueza Celedón
© 2008 EMOL ( Términos y condiciones de uso,
Saturday, May 22, 2010
Relatos urbanos a través del lente
http://www.emol.cl/
sábado 22 de mayo de 2010
La fotografía es un medio muy certero para viajar al pasado y ver cómo han cambiado las ciudades. Calles adoquinadas, iglesias de madera, tejas y tranvías hoy sólo pueden admirarse en imágenes en sepia y blanco y negro, algunas de las cuales forman parte de la muestra "Historia de Chile a través de la fotografía" que se está exhibiendo en el MNBA.
Texto, Soledad Salgado S.
Una pintura parece esta fotografía de la plaza de iquique captada en 1885.
.
Vista de la calle Cochrane de valparaíso en 1900 y la influencia georgian en su arquitectura.
Los terremotos son parte importante de la exposición. El desastre en Santiago, 1985.
En 1970 la Citroneta era un hit de ventas.
La clásica micro Matadero Palma que pasaba por San Diego en una toma de 1940.
Un tranvía circula por una adoquinada alameda en 1916
La antigua catedral de ancud puede verse en esta toma de 1950, cuando la ciudad era un importante puerto.
Antiguamente el tren era protagonista en la vida de provincia. Coquimbo, 1940
Un hombre con sombrero, camisa blanca y bolero negro está parado en medio de la calle. Parece un tipo sencillo, de pueblo, alguien que se detuvo en medio de una caminata sin destino y que fue inmortalizado por una cámara fotográfica. Pero no es él el verdadero protagonista de la imagen, sino la desierta ciudad que lo envuelve y el cerro Santa Lucía, todavía árido y rocoso, que se asoma como telón de fondo. Es una imagen de 1860. En primer plano se advierte el Teatro Municipal inaugurado sólo tres años antes y construcciones de baja altura, con tejas, que hablan de una capital todavía con aspecto provinciano. La toma es una de las 200 reproducciones que forman parte de la exposición "Historia de Chile a través de la fotografía" que se presenta hasta el 27 de junio en el Museo Nacional de Bellas Artes.
El proyecto -impulsado por la Fundación Mapfre, y curado por un equipo liderado por el arquitecto Hernán Rodríguez- es una radiografía al Chile desde el siglo XIX hasta hoy, que invita a reflexionar sobre las transformaciones políticas, culturales y territoriales del país. Un panorama muy completo que convierte a la exhibición en única en su especie, al mostrar el rostro diverso de Chile en estos dos siglos de vida.
Si bien no existe un capítulo destinado específicamente a las ciudades y su transformación en el tiempo, la muestra es rica en este tipo de material, ya que a lo largo del recorrido es posible ver desde los resabios coloniales de ciudades como Santiago y Valparaíso, a pocos años de la Independencia, hasta tomas aéreas actuales de una capital que se ve densa y moderna. "Es tan fuerte el contraste con estas imágenes antiguas que parece increíble que estemos hablando del mismo Santiago", explica Hernán Rodríguez.
En un segundo período, hacia la mitad del siglo XIX y hasta el Centenario, se muestra una panorámica desde Arica a Punta Arenas. "Las fotografías permiten ver la dignidad que tenían estos lugares en ese momento histórico. Se acercaban mucho más a Santiago. No existía la brutal diferencia que se advierte en la actualidad", sostiene Rodríguez. Se ven las plazas de Curicó, Iquique y Arica, por ejemplo, con un orden, limpieza y prestancia que asombran. Y que, como dice el arquitecto, probablemente se vieron desfavorecidas cuando se decretó la regionalización del país: "Las capitales provinciales eran un pequeño Santiago, tenían un estupendo liceo, teatro, club".
Líneas neoclásicas, georgian, francesas, acusan las influencias extranjeras que no sólo tenía la capital de Chile, producto de la llegada de inmigrantes y arquitectos foráneos, sino pueblos enteros a lo largo del territorio nacional. Incluso en las calles que albergaban gran movimiento urbano, como eran la del Comercio en Concepción (actual calle Barros Arana) y la calle Cochrane cerca de la plaza Sotomayor en Valparaíso, donde funcionaban hoteles y bares, se puede constatar a través de las imágenes una pureza visual ajena a lo que se ve en la actualidad.
Punto importante en todas las ciudades era la estación de ferrocarriles y en general la vida en torno a este medio de transporte. En la exhibición, más de una fotografía plasma las locomotoras, que eran esperadas con ansias por todo aquel que iba a la estación, a ver quién llegaba y quién partía. "Era una instancia de sociabilización importante, un paseo. Escogimos también una imagen muy decidora: la estación de Chillán, absolutamente destruida por el terremoto del 39, porque justo al momento de la catástrofe estaba llegando el tren". Las imágenes retratan cinco de los terremotos que han afectado a Chile, incluyendo el reciente de Cobquecura; "en un país como el nuestro son verdaderos hitos que han marcado a las ciudades, son parte de nuestra realidad", explica Rodríguez.
También la muestra incluye toda la evolución de los medios de transporte urbanos, desde los tranvías, las primeras micros y hasta la construcción del metro. "Hubiésemos querido poner más fotografías, quizás más edificios emblemáticos, pero había que acotarlo, además nos pasó que a veces había un concepto importante, pero nos encontramos con tomas que no eran buenas, o que eran recortes de prensa", dice. Aún así, la exposición marca un hito, "nunca se había hecho algo así, tan sistemático", agrega Rodríguez.
VEA GALERÍA DE FOTOS EN
http://www.vyd.emol.com/
Texto, Soledad Salgado S..
sábado 22 de mayo de 2010
La fotografía es un medio muy certero para viajar al pasado y ver cómo han cambiado las ciudades. Calles adoquinadas, iglesias de madera, tejas y tranvías hoy sólo pueden admirarse en imágenes en sepia y blanco y negro, algunas de las cuales forman parte de la muestra "Historia de Chile a través de la fotografía" que se está exhibiendo en el MNBA.
Texto, Soledad Salgado S.
Una pintura parece esta fotografía de la plaza de iquique captada en 1885.
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Vista de la calle Cochrane de valparaíso en 1900 y la influencia georgian en su arquitectura.
Los terremotos son parte importante de la exposición. El desastre en Santiago, 1985.
En 1970 la Citroneta era un hit de ventas.
La clásica micro Matadero Palma que pasaba por San Diego en una toma de 1940.
Un tranvía circula por una adoquinada alameda en 1916
La antigua catedral de ancud puede verse en esta toma de 1950, cuando la ciudad era un importante puerto.
Antiguamente el tren era protagonista en la vida de provincia. Coquimbo, 1940
Un hombre con sombrero, camisa blanca y bolero negro está parado en medio de la calle. Parece un tipo sencillo, de pueblo, alguien que se detuvo en medio de una caminata sin destino y que fue inmortalizado por una cámara fotográfica. Pero no es él el verdadero protagonista de la imagen, sino la desierta ciudad que lo envuelve y el cerro Santa Lucía, todavía árido y rocoso, que se asoma como telón de fondo. Es una imagen de 1860. En primer plano se advierte el Teatro Municipal inaugurado sólo tres años antes y construcciones de baja altura, con tejas, que hablan de una capital todavía con aspecto provinciano. La toma es una de las 200 reproducciones que forman parte de la exposición "Historia de Chile a través de la fotografía" que se presenta hasta el 27 de junio en el Museo Nacional de Bellas Artes.
El proyecto -impulsado por la Fundación Mapfre, y curado por un equipo liderado por el arquitecto Hernán Rodríguez- es una radiografía al Chile desde el siglo XIX hasta hoy, que invita a reflexionar sobre las transformaciones políticas, culturales y territoriales del país. Un panorama muy completo que convierte a la exhibición en única en su especie, al mostrar el rostro diverso de Chile en estos dos siglos de vida.
Si bien no existe un capítulo destinado específicamente a las ciudades y su transformación en el tiempo, la muestra es rica en este tipo de material, ya que a lo largo del recorrido es posible ver desde los resabios coloniales de ciudades como Santiago y Valparaíso, a pocos años de la Independencia, hasta tomas aéreas actuales de una capital que se ve densa y moderna. "Es tan fuerte el contraste con estas imágenes antiguas que parece increíble que estemos hablando del mismo Santiago", explica Hernán Rodríguez.
En un segundo período, hacia la mitad del siglo XIX y hasta el Centenario, se muestra una panorámica desde Arica a Punta Arenas. "Las fotografías permiten ver la dignidad que tenían estos lugares en ese momento histórico. Se acercaban mucho más a Santiago. No existía la brutal diferencia que se advierte en la actualidad", sostiene Rodríguez. Se ven las plazas de Curicó, Iquique y Arica, por ejemplo, con un orden, limpieza y prestancia que asombran. Y que, como dice el arquitecto, probablemente se vieron desfavorecidas cuando se decretó la regionalización del país: "Las capitales provinciales eran un pequeño Santiago, tenían un estupendo liceo, teatro, club".
Líneas neoclásicas, georgian, francesas, acusan las influencias extranjeras que no sólo tenía la capital de Chile, producto de la llegada de inmigrantes y arquitectos foráneos, sino pueblos enteros a lo largo del territorio nacional. Incluso en las calles que albergaban gran movimiento urbano, como eran la del Comercio en Concepción (actual calle Barros Arana) y la calle Cochrane cerca de la plaza Sotomayor en Valparaíso, donde funcionaban hoteles y bares, se puede constatar a través de las imágenes una pureza visual ajena a lo que se ve en la actualidad.
Punto importante en todas las ciudades era la estación de ferrocarriles y en general la vida en torno a este medio de transporte. En la exhibición, más de una fotografía plasma las locomotoras, que eran esperadas con ansias por todo aquel que iba a la estación, a ver quién llegaba y quién partía. "Era una instancia de sociabilización importante, un paseo. Escogimos también una imagen muy decidora: la estación de Chillán, absolutamente destruida por el terremoto del 39, porque justo al momento de la catástrofe estaba llegando el tren". Las imágenes retratan cinco de los terremotos que han afectado a Chile, incluyendo el reciente de Cobquecura; "en un país como el nuestro son verdaderos hitos que han marcado a las ciudades, son parte de nuestra realidad", explica Rodríguez.
También la muestra incluye toda la evolución de los medios de transporte urbanos, desde los tranvías, las primeras micros y hasta la construcción del metro. "Hubiésemos querido poner más fotografías, quizás más edificios emblemáticos, pero había que acotarlo, además nos pasó que a veces había un concepto importante, pero nos encontramos con tomas que no eran buenas, o que eran recortes de prensa", dice. Aún así, la exposición marca un hito, "nunca se había hecho algo así, tan sistemático", agrega Rodríguez.
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Texto, Soledad Salgado S..
Labels: Historia de Chile a través de la fotografía
De la fiebre de las discos ochenteras a espectáculos con bandas en vivo:
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22 de mayo de 2010
Animadas fiestas y veladas se podían vivir antaño en las discotecas preferidas por la juventud, como es el caso del Drive In Lo Curro, donde los bailes se prolongaban hasta la madrugada.
Radiografía a los carretes de las últimas cuatro décadas: rock, disco, electrónica y reggaetón
De la fiebre de las discos ochenteras a espectáculos con bandas en vivo:
Un ex Música Libre, una ex reina de belleza y el dueño de un local nocturno recuerdan sus días de fiesta en Santiago y Viña. A fines de los 70, el glamour mezcló las luces de las discotecas con pantalones de raso, tacos aguja, calzas de lycra y lentejuelas.
Fotos: Archivo El Mercurio Publicado el 22/05/2010
JAIME PINOCHET
Es sábado en la década del 70. Cuando el reloj marca las 11 de la mañana, centenares de jóvenes ya transitan por la avenida Providencia en busca de datos para ir una fiesta.
El Coppelia y la galería Drugstore son los dos epicentros de esta actividad. "El sábado era muy esperado. Ese día llegaban más de 700 personas en busca de fiestas para la noche", relata a "El Mercurio" Jorge Romo, ex integrante de Música Libre.
Tras agendar las casas y lugares a visitar, Romo cuenta que la vestimenta era el segundo paso.
"Era muy importante estar bien vestido. La tenida ideal era una camisa bien pegada al cuerpo y pantalones patas de elefante", detalla el ex bailarín.
Si las reuniones en casa fallaban, en el horizonte aparecían los centros nocturnos. Eso sí, había que tener dinero. Se partía en el "Pollo Stop", donde servían un trago y una porción contundente de pollo en el automóvil.
La clásica discoteca Las Brujas, situada en la comuna de La Reina, era otra de las estaciones del carrete juvenil setentero.
Luego, se podía elegir tres lugares: el "Eve", el "Hipopótamo" y el "Órgano" en la comuna de Vitacura. "Ahora, si se quería jolgorio, comida y distintos escenarios para bailar rock and roll y lentos, se debía ir a Las Brujas, en La Reina", señala Jorge Romo.
La bola de espejos
A fines de los 70, el concepto glamour penetró muy fuerte en la sociedad chilena. Pantalones de raso, tacos de aguja, calzas de lycra y petos de lentejuelas se mezclaban con las luces y colores de las discotecas. Comenzaba la era de la onda disco.
Bee Gees, KC, Bonnie M, Donna Summer, The Jacksons y Gloria Gaynor eran los grupos y cantantes que más sonaban en las radios y centros nocturnos de Santiago.
En 1979, la disco Hollywood revolucionó el carrete capitalino, cuyo proyecto denominado "El templo del disco" tuvo una inversión de medio millón de dólares (unos $18 millones de esa época) y buscaba imitar al Studio 54 de Nueva York.
Este lugar -motivado por la película "Fiebre de Sábado por la Noche"- incluía dos túneles de acceso tapizados con 600 ampolletas, un bar de 20 metros de largo y varias caídas de agua. La entrada costaba 250 pesos y daba derecho a un trago, entre ellos, el más pedido: el Manhattan.
El Centro Cultural Amanda, en la actualidad, es uno de los espacios que convocan a los jóvenes que buscan entretención.
"El baile disco es una liberación absoluta. El sustituto de las pastillas para los nervios. Salimos de los problemas y nos relajamos", recitaba el día de la inauguración Carlos Aravena, sobrino de "El Padrino" Aravena, propietario de la disco Hollywood, la boite La Sirena y el teatro Casino Las Vegas.
Ese tiempo marcó un auge de centros nocturnos en la capital. En pleno tiempo del "toque de queda" se abrieron varios locales más, como el Regine's en Isidora Goyenechea, y el Electro Shock en San Diego.
"Todo esto provocó un cambio generacional. Si no bailabas ibas a estos lugares a ver a la gente bailar esos ritmos, porque eran muy entretenidos", recuerda el ex música libre Jorge Romo.
El destape
Los 90 también produjeron cambios en torno a los carretes. Eliminado el toque de queda, los jóvenes comenzaron a salir hasta altas horas de la madrugada y entrar a la casa con el diario comenzó a ser una rutina. Y no sólo el fin de semana.
El barrio Suecia, la plaza Ñuñoa, el barrio Bellavista y los locales del sector oriente, como en el barrio San Damián, se transformaron en los epicentros del carrete nocturno en Santiago.
"La oferta de tragos fue donde se apreció el mayor cambio. Antes la oferta era mínima", señala Jorge Echavarría, dueño de la discoteca Las Urracas.
En esa época comenzaron a entrar muy fuerte también la música y rock latino, cuyas melodías se mezclaban con la pirotecnia de los recursos tecnológicos, además de vestimentas poco glamorosas: jeans, poleras y zapatillas.
"A fines de los 90 entró muy fuerte la música electrónica, provocando que todo el sector se transformara 100%, además de que la oferta nocturna se trasladara a Maipú y La Florida", comenta Echavarría.
Actualmente, la parrilla discotequera da para todo: fiestas para los ochenteros, góticos y reggaetoneros, además de los bailables pachangueros con bandas en vivo y bar abierto.
"El glamour de los 70 y 80 desapareció, ahora se ve a más flaites y pokemones", detalla Fernando Lobos, jefe de marketing de la cadena Mall Plaza.
En Viña del Mar, la previa era en el bowling y el baile en Topsy
Viña del Mar no se queda atrás en carrete juvenil. En esa ciudad, lejana a la "locura" de Santiago, los jóvenes igual se las arreglaban para ir a fiestas en los 70.
La alcaldesa Virginia Reginato en una imagen de los años 70.
"Los mejores lugares eran la Pérgola del Club de Viña, la boite del Hotel Miramar y el local La Rueda si se quería una onda más fiestera. Además, que organizaban campeonatos de bailes en el verano", recuerda la alcaldesa de Viña, Virginia Reginato, quien fue elegida Reina de la Primavera en varias oportunidades durante esos años.
"Las mujeres usábamos mucho las faldas, tipo plato o apretada, siempre nos vestíamos a la moda, porque en ese entonces estaba muy marcada", asegura.
Al igual que en Santiago, los jóvenes se reunían en parques y en plazas para agendar los diversos carretes.
"Era más difícil coordinarse, no existían los teléfonos celulares, el messenger y el Facebook; por lo tanto, siempre usábamos la casa de los amigos como base de operaciones", señala la otrora reina de belleza.
La onda disco se vivió muy intensa en la Ciudad Jardín. Tras realizar la "previa" jugando bowling, los "bailarines" vestidos bajo la era "Tony Manero" se trasladaban a la discoteca Topsy, que estaba en Reñaca, epicentro del carrete viñamarino.
En esos años también se abrieron otros lugares como el Hipopótamo, Anastacia, Sala 14 y el Yo Claudio, donde la entrada costaba 2.500 pesos y tenías derecho a cerveza gratis durante toda la noche.
En los 90, el carrete se destapó al igual que en Santiago. Desde los diferentes lugares para bailar hasta la vestimenta más liviana como los jeans, poleras y zapatillas. El glamour sólo se podía ver en el Casino y Festival de la Canción.
"Lo que más extraño de esos carretes son los malones que hacíamos en las casas de las amigas o amigos los días sábado, donde muchas veces llevábamos nuestros discos 78 que teníamos que cuidar para que no se quebraran", concluye la alcaldesa Reginato.
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22 de mayo de 2010
Animadas fiestas y veladas se podían vivir antaño en las discotecas preferidas por la juventud, como es el caso del Drive In Lo Curro, donde los bailes se prolongaban hasta la madrugada.
Radiografía a los carretes de las últimas cuatro décadas: rock, disco, electrónica y reggaetón
De la fiebre de las discos ochenteras a espectáculos con bandas en vivo:
Un ex Música Libre, una ex reina de belleza y el dueño de un local nocturno recuerdan sus días de fiesta en Santiago y Viña. A fines de los 70, el glamour mezcló las luces de las discotecas con pantalones de raso, tacos aguja, calzas de lycra y lentejuelas.
Fotos: Archivo El Mercurio Publicado el 22/05/2010
JAIME PINOCHET
Es sábado en la década del 70. Cuando el reloj marca las 11 de la mañana, centenares de jóvenes ya transitan por la avenida Providencia en busca de datos para ir una fiesta.
El Coppelia y la galería Drugstore son los dos epicentros de esta actividad. "El sábado era muy esperado. Ese día llegaban más de 700 personas en busca de fiestas para la noche", relata a "El Mercurio" Jorge Romo, ex integrante de Música Libre.
Tras agendar las casas y lugares a visitar, Romo cuenta que la vestimenta era el segundo paso.
"Era muy importante estar bien vestido. La tenida ideal era una camisa bien pegada al cuerpo y pantalones patas de elefante", detalla el ex bailarín.
Si las reuniones en casa fallaban, en el horizonte aparecían los centros nocturnos. Eso sí, había que tener dinero. Se partía en el "Pollo Stop", donde servían un trago y una porción contundente de pollo en el automóvil.
La clásica discoteca Las Brujas, situada en la comuna de La Reina, era otra de las estaciones del carrete juvenil setentero.
Luego, se podía elegir tres lugares: el "Eve", el "Hipopótamo" y el "Órgano" en la comuna de Vitacura. "Ahora, si se quería jolgorio, comida y distintos escenarios para bailar rock and roll y lentos, se debía ir a Las Brujas, en La Reina", señala Jorge Romo.
La bola de espejos
A fines de los 70, el concepto glamour penetró muy fuerte en la sociedad chilena. Pantalones de raso, tacos de aguja, calzas de lycra y petos de lentejuelas se mezclaban con las luces y colores de las discotecas. Comenzaba la era de la onda disco.
Bee Gees, KC, Bonnie M, Donna Summer, The Jacksons y Gloria Gaynor eran los grupos y cantantes que más sonaban en las radios y centros nocturnos de Santiago.
En 1979, la disco Hollywood revolucionó el carrete capitalino, cuyo proyecto denominado "El templo del disco" tuvo una inversión de medio millón de dólares (unos $18 millones de esa época) y buscaba imitar al Studio 54 de Nueva York.
Este lugar -motivado por la película "Fiebre de Sábado por la Noche"- incluía dos túneles de acceso tapizados con 600 ampolletas, un bar de 20 metros de largo y varias caídas de agua. La entrada costaba 250 pesos y daba derecho a un trago, entre ellos, el más pedido: el Manhattan.
El Centro Cultural Amanda, en la actualidad, es uno de los espacios que convocan a los jóvenes que buscan entretención.
"El baile disco es una liberación absoluta. El sustituto de las pastillas para los nervios. Salimos de los problemas y nos relajamos", recitaba el día de la inauguración Carlos Aravena, sobrino de "El Padrino" Aravena, propietario de la disco Hollywood, la boite La Sirena y el teatro Casino Las Vegas.
Ese tiempo marcó un auge de centros nocturnos en la capital. En pleno tiempo del "toque de queda" se abrieron varios locales más, como el Regine's en Isidora Goyenechea, y el Electro Shock en San Diego.
"Todo esto provocó un cambio generacional. Si no bailabas ibas a estos lugares a ver a la gente bailar esos ritmos, porque eran muy entretenidos", recuerda el ex música libre Jorge Romo.
El destape
Los 90 también produjeron cambios en torno a los carretes. Eliminado el toque de queda, los jóvenes comenzaron a salir hasta altas horas de la madrugada y entrar a la casa con el diario comenzó a ser una rutina. Y no sólo el fin de semana.
El barrio Suecia, la plaza Ñuñoa, el barrio Bellavista y los locales del sector oriente, como en el barrio San Damián, se transformaron en los epicentros del carrete nocturno en Santiago.
"La oferta de tragos fue donde se apreció el mayor cambio. Antes la oferta era mínima", señala Jorge Echavarría, dueño de la discoteca Las Urracas.
En esa época comenzaron a entrar muy fuerte también la música y rock latino, cuyas melodías se mezclaban con la pirotecnia de los recursos tecnológicos, además de vestimentas poco glamorosas: jeans, poleras y zapatillas.
"A fines de los 90 entró muy fuerte la música electrónica, provocando que todo el sector se transformara 100%, además de que la oferta nocturna se trasladara a Maipú y La Florida", comenta Echavarría.
Actualmente, la parrilla discotequera da para todo: fiestas para los ochenteros, góticos y reggaetoneros, además de los bailables pachangueros con bandas en vivo y bar abierto.
"El glamour de los 70 y 80 desapareció, ahora se ve a más flaites y pokemones", detalla Fernando Lobos, jefe de marketing de la cadena Mall Plaza.
En Viña del Mar, la previa era en el bowling y el baile en Topsy
Viña del Mar no se queda atrás en carrete juvenil. En esa ciudad, lejana a la "locura" de Santiago, los jóvenes igual se las arreglaban para ir a fiestas en los 70.
La alcaldesa Virginia Reginato en una imagen de los años 70.
"Los mejores lugares eran la Pérgola del Club de Viña, la boite del Hotel Miramar y el local La Rueda si se quería una onda más fiestera. Además, que organizaban campeonatos de bailes en el verano", recuerda la alcaldesa de Viña, Virginia Reginato, quien fue elegida Reina de la Primavera en varias oportunidades durante esos años.
"Las mujeres usábamos mucho las faldas, tipo plato o apretada, siempre nos vestíamos a la moda, porque en ese entonces estaba muy marcada", asegura.
Al igual que en Santiago, los jóvenes se reunían en parques y en plazas para agendar los diversos carretes.
"Era más difícil coordinarse, no existían los teléfonos celulares, el messenger y el Facebook; por lo tanto, siempre usábamos la casa de los amigos como base de operaciones", señala la otrora reina de belleza.
La onda disco se vivió muy intensa en la Ciudad Jardín. Tras realizar la "previa" jugando bowling, los "bailarines" vestidos bajo la era "Tony Manero" se trasladaban a la discoteca Topsy, que estaba en Reñaca, epicentro del carrete viñamarino.
En esos años también se abrieron otros lugares como el Hipopótamo, Anastacia, Sala 14 y el Yo Claudio, donde la entrada costaba 2.500 pesos y tenías derecho a cerveza gratis durante toda la noche.
En los 90, el carrete se destapó al igual que en Santiago. Desde los diferentes lugares para bailar hasta la vestimenta más liviana como los jeans, poleras y zapatillas. El glamour sólo se podía ver en el Casino y Festival de la Canción.
"Lo que más extraño de esos carretes son los malones que hacíamos en las casas de las amigas o amigos los días sábado, donde muchas veces llevábamos nuestros discos 78 que teníamos que cuidar para que no se quebraran", concluye la alcaldesa Reginato.
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Monday, May 03, 2010
María Romero: La señora que contaba el final de las películas
www.terra.cl/fotorreportajes
María Romero fue una pionera del periodismo y de la industria editorial. Una emprendedora, una aventurera y un espíritu libre que con sus conocimientos del cine y su fascinación por el cine, se codeó con lo más granado de Hollywood, al punto que su gran amiga fue Marylin Monroe. Aquí algunas pruebas de su glamorosos contactos.
Esta es la imagen que la televisión en la década del 80 popularizó de María Romero. Una mujer encantadora y en apariencia dulce que contaba las películas en "60 Minutos". Su sobrina, la periodista Totó Romero, dice que María era harto más maldadosa y ácida de lo que parecía.
María con la espectacular actriz Kim Novak, protagonista de Vértigo, una de las obras maestras de Hitchcock. María realmente fue amiga de Marylin Monroe, la rubia con que siempre se compará a Novak, quien cambió su nombre original Marylin por el del Kim.
María se tomaba los sets y los camarinos de las estrellas en los estudios de Hollywood. Era conocida y querida por las estrellas.
María con un galán famoso: James Stewart, protagonista de It's a wonderful life. Qué hermoso es vivir es una buena máxima para lo que fue la vida de la periodista María Romero.
Impactada por Robert Mitchum. Cómo no si el tipo es "el" actor emblema del cine negro y del antihéroe hollywoodense.
Feliz, en cambio, junto al actor, cantante, bailarín y coreógrafo estadounidense Gene Kelly, ultra famoso or "Cantando bajo la lluvia".
María llevó la revista Ecran a la cima del éxito y tuvo la moderna visión de pedir participación por venta de ejemplares.
Una portada de la exitosa Ecran, con la aún más famosa actriz Brigitte Bardot.
Con la actriz francesa Annie Girardot, uno de los baluartes del cine de la postguerra europea.
"Rocco y sus hermanos", de Luchino Visconti, es uno de sus grandes logros dramáticos.
María Romero, una mujer que merece ser recordada.
María Romero Cordero (En la foto con Walt Disney)
Hermana del escritor Alberto Romero, autor de “La viuda del conventillo” y fundador de la Sociedad de Escritores de Chile, María fue un ave rara en la alta sociedad santiaguina de comienzos del 1900. Estudió pedagogía en inglés en la Universidad de Chile, trabajó como secretaria, tocaba el piano (pésimo, dicen) y era de una franqueza que rayaba en la mala educación. La salvaba eso sí un tremendo sentido del humor y una simpatía sin límites, que a fines de 1970 y hasta fines de los 80 la hicieron famosa como “la viejita que contaba el final de las películas en 60 minutos”, el noticiero central de TVN.
María Romero se merecía ese sitial: en agosto de 1939 fue nombrada directora de Ecran, revista “cinematográfica y teatral”, publicada desde 1930 por editorial Zig Zag, que bajo su dirección se convirtió en un éxito de ventas. Como se tenía fe, aceptó un sueldo no muy alto, pero puso la condición de recibir el uno por ciento de las ventas, las que gracias a su gestión y a su ojo periodístico, subieron como la espuma. En su mejor momento, Ecran llegó a vender 165 ejemplares cada semana.
Fue la gran educadora chilena Amanda Labarca, quien años antes le había conseguido una beca en el Mills Collage de California para que prosiguiera sus estudios de pedagogía, pero María, que era fanática de las películas, aprovechó esa estadía para hacerse experta en el rutilante Hollywood de esos años. Ese conocimiento le permitió revolucionar Ecran, transformándola en la gran revista de cine chilena, y a ella en una celebridad en el periodismo cinematográfico. María Romero se paseaba por los estudios de cine, entrevistando a Marilyn Monroe, Walt Disney y Alfred Hitchcock, con quienes además era amiga, lo que no es poco.
Íntima amiga suya también fue Lenka Franulic, la primera mujer periodista chilena, a la que –como a todos- María Romero fascinó contándole películas, y con quien tiene el mérito de haber sido las dos primeras mujeres en territorio de machos: el del periodismo.
La encantadora María murió en Santiago en 1989, sin dejar descendencia, pese a sus amores con hombres tan atractivos como el escritor Manuel Rojas y el crítico literario y ensayista Raúl Silva Castro.
Ver Fotorreportaje
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María Romero fue una pionera del periodismo y de la industria editorial. Una emprendedora, una aventurera y un espíritu libre que con sus conocimientos del cine y su fascinación por el cine, se codeó con lo más granado de Hollywood, al punto que su gran amiga fue Marylin Monroe. Aquí algunas pruebas de su glamorosos contactos.
Esta es la imagen que la televisión en la década del 80 popularizó de María Romero. Una mujer encantadora y en apariencia dulce que contaba las películas en "60 Minutos". Su sobrina, la periodista Totó Romero, dice que María era harto más maldadosa y ácida de lo que parecía.
María con la espectacular actriz Kim Novak, protagonista de Vértigo, una de las obras maestras de Hitchcock. María realmente fue amiga de Marylin Monroe, la rubia con que siempre se compará a Novak, quien cambió su nombre original Marylin por el del Kim.
María se tomaba los sets y los camarinos de las estrellas en los estudios de Hollywood. Era conocida y querida por las estrellas.
María con un galán famoso: James Stewart, protagonista de It's a wonderful life. Qué hermoso es vivir es una buena máxima para lo que fue la vida de la periodista María Romero.
Impactada por Robert Mitchum. Cómo no si el tipo es "el" actor emblema del cine negro y del antihéroe hollywoodense.
Feliz, en cambio, junto al actor, cantante, bailarín y coreógrafo estadounidense Gene Kelly, ultra famoso or "Cantando bajo la lluvia".
María llevó la revista Ecran a la cima del éxito y tuvo la moderna visión de pedir participación por venta de ejemplares.
Una portada de la exitosa Ecran, con la aún más famosa actriz Brigitte Bardot.
Con la actriz francesa Annie Girardot, uno de los baluartes del cine de la postguerra europea.
"Rocco y sus hermanos", de Luchino Visconti, es uno de sus grandes logros dramáticos.
María Romero, una mujer que merece ser recordada.
María Romero Cordero (En la foto con Walt Disney)
Hermana del escritor Alberto Romero, autor de “La viuda del conventillo” y fundador de la Sociedad de Escritores de Chile, María fue un ave rara en la alta sociedad santiaguina de comienzos del 1900. Estudió pedagogía en inglés en la Universidad de Chile, trabajó como secretaria, tocaba el piano (pésimo, dicen) y era de una franqueza que rayaba en la mala educación. La salvaba eso sí un tremendo sentido del humor y una simpatía sin límites, que a fines de 1970 y hasta fines de los 80 la hicieron famosa como “la viejita que contaba el final de las películas en 60 minutos”, el noticiero central de TVN.
María Romero se merecía ese sitial: en agosto de 1939 fue nombrada directora de Ecran, revista “cinematográfica y teatral”, publicada desde 1930 por editorial Zig Zag, que bajo su dirección se convirtió en un éxito de ventas. Como se tenía fe, aceptó un sueldo no muy alto, pero puso la condición de recibir el uno por ciento de las ventas, las que gracias a su gestión y a su ojo periodístico, subieron como la espuma. En su mejor momento, Ecran llegó a vender 165 ejemplares cada semana.
Fue la gran educadora chilena Amanda Labarca, quien años antes le había conseguido una beca en el Mills Collage de California para que prosiguiera sus estudios de pedagogía, pero María, que era fanática de las películas, aprovechó esa estadía para hacerse experta en el rutilante Hollywood de esos años. Ese conocimiento le permitió revolucionar Ecran, transformándola en la gran revista de cine chilena, y a ella en una celebridad en el periodismo cinematográfico. María Romero se paseaba por los estudios de cine, entrevistando a Marilyn Monroe, Walt Disney y Alfred Hitchcock, con quienes además era amiga, lo que no es poco.
Íntima amiga suya también fue Lenka Franulic, la primera mujer periodista chilena, a la que –como a todos- María Romero fascinó contándole películas, y con quien tiene el mérito de haber sido las dos primeras mujeres en territorio de machos: el del periodismo.
La encantadora María murió en Santiago en 1989, sin dejar descendencia, pese a sus amores con hombres tan atractivos como el escritor Manuel Rojas y el crítico literario y ensayista Raúl Silva Castro.
Ver Fotorreportaje
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Labels: Cine, Ecran, María Romero