Wednesday, October 27, 2010

 

Documental “Calafate, Zoológicos Humanos” se estrena en Santiago

http://www.lanacion.cl/
Miércoles 27 de octubre de 2010

Suizos que facilitaron entrega de restos de indígenas muertos en exhibiciones en Europa, hace más de 100 años, viajaron para muestra en Centro Cultural La Moneda.

Además de los restos de algunos de los fueguinos, los documentalistas encontraron algunas de sus pertenecias en Europa.



Hasta Santiago llega este miércoles el dramático documental “Calafate, Zoológicos Humanos”, que narra el caso de lo indígenas fueguinos secuestrados para ser exhibidos en Europa y el retorno de restos de algunos de estos 128 años después a Magallanes.

Con la destacada presencia de los académicos suizos que revelaron al equipo de documentalistas la presencia de osamentas de un grupo en la Universidad de Zürich, y luego accedieron y tuvieron un rol protagónico en la entrega de estos a sus descendientes, el filme será presentado a partir de las 21:00 horas en el Centro Cultural Palacio de La Moneda.

La investigación audiovisual, filmada en Chile y Europa, tiene como origen y eje la reconstrucción del viaje forzado (por engaño y secuestro) de grupos de indígenas fueguinos y patagones que fueron llevados al “viejo continente” hacia fines del siglo XIX para ser exhibidos en ferias y teatros públicos.

Dirigido por el periodista chileno Hans Mülch¡, muestra imágenes de estos “actuando” ante el público europeo su vida original en el extremo austral de América como parte de la reconstrucción de las escalas en diversos países y la suerte de distintos grupos.

Los restos de uno de estos, de raza kawésqar y recogido del Estrecho de Magallanes, fue ubicado en el Departamento de Antropología de la Universidad de Zürich, en Suiza. Sigue un escabroso retorno, un mea culpa del Estado y el adiós definitivo sólo con los de su sangre en una isla del fin del mundo, 128 años después de su captura.

La cinta tuvo su estreno mundial en septiembre en Punta Arenas, frente a la comunidad kawésqar, y en Puerto Williams, ante miembros de la comunidad Yagán. El trabajo también formó parte de la Muestra Disidencias del reciente XVII Festival Internacional de Cine de Valdivia.

El pasado 14 de octubre el proyecto fue beneficiado con Fondos del Consejo Nacional de Televisión, lo que le permitirá producir una serie sobre el mismo tema.

Luego de esta primera presentación en la capital, el filme de 93 minutos de duración, tendrá una Pre-Temporada de exhibición en el Microcine del mismo recinto entre el 15 y el 20 de noviembre, y luego, los días, 22, 26, 27 29 y 30 del mismo mes, a las 19:00 horas. A partir de ese día comenzará su período de exhibición en Festivales y Muestras Internacionales.

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Wednesday, October 20, 2010

 

Claudio Lucero





El montañista más longevo de Chile lanza su nueva aventura
Claudio Lucero, de 77 años y con más de medio siglo dedicado a los cerros


“Mire amigo: el vino, el tabaco, la montaña y las mujeres han sido el secreto para mantenerme con la vitalidad con que usted me ve”, comenta con humor Claudio Lucero, tras lanzar una gruesa bocanada de humo de su pipa, una de las cuarenta que tiene su colección.

En rigor, sólo los surcos en el rostro y su barba canosa avisan la presencia de un hombre mayor, pero jamás la de un señor de 77 años. Su estado físico es sencillamente envidiable. Con más de 50 años de experiencia en montañismo, 587 cumbres de mediana y alta montaña (Everest incluido), el incombustible Lucero no descansa y por estos días, junto con su amigo Rodrigo Jordán, se desvive por su proyecto más ambicioso: el Instituto Vertical, un centro de formación que preparará a los profesionales ligados al montañismo y áreas afines.

La carrera de dos años de duración arranca en marzo con 100 cupos y se llamará“técnico en vida al aire libre”, con menciones en guía e instructor de montaña.

“El mercado ha ido evolucionando y con los años el turismo aventura se convirtió en una industria muy fuerte en el país. Hay mucha gente que de manera autodidacta trabaja de guía turístico pero le falta conocimiento. A los jóvenes pretendemos darles el soporte teórico práctico para formar un profesional capacitado para ser un guía de lujo, con herramientas sólidas para que incluso armen su propia empresa. Chile tiene un geografía espectacular y tenemos que contar con los mejores guías”, explica Lucero quien será uno de los profesores top de la nueva casa de estudios.

Gracias a un convenio con la Universidad de Las Américas, los egresados podrán, si desean a futuro, aspirar a estudios en administración y negocios.

Lucero está chocho y se le nota. Y ante la pregunta de cuándo bajará la carga de trabajo, se ríe y lanza una nueva bocanada de humo: “Yo descanso trabajando, amigo. Pero si lo quiere ver desde su perspectiva, creo que nunca”.

Ser potencia en disciplinas no tradicionales
El otro reto


En el Instituto Vertical, dicen sus mentores, no sólo se enseñará el montañismo, ya que el deporte aventura también abarca ramas como el kayak, canotaje, trekking y remo, entre otras disciplinas.

Así, el país podría beneficiarse en el mejoramiento de sus deportistas, ya que Chile siempre ha contado, por ejemplo, con buenos resultados en el remo (campeones del mundo en 2002 con Miguel Cerda y Cristián Yantani), algo que podría acentuarse con una camada de buenos y mejores instructores.

Los cupos para estudiar la carrera están abiertos y el costo anual de la misma considera una matrícula de 150 mil pesos y diez cuotas mensuales de 165 mil pesos.

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REVISTA DEL DOMINGO
Domingo 16 de Mayo de 2010

Claudio Lucero
El gran maestro

Dolorosamente honesto, tozudo a rabiar y meticuloso en extremo. Es amigo o enemigo. Con Lucero no hay matices.
Por M. Soledad Holley

El Tártaro. Así lo llaman sus antiguos compañeros de montaña desde el día en que decidió montar a pelo una mula para ir a socorrer a los amigos que habían quedado rezagados. Estaban en la zona de la Melosas, en el Cajón del Maipo. Lloviznaba. "El agua le corría por el torso desnudo y por la cara, que ya comenzaba a curtirse por el sol y el hielo de la montaña. A eso súmale sus ojos medio rasgados y una actitud guerrera y tienes al Tártaro", recuerda Rubén Lamilla, con quien compartió excursiones a los cerros de Santiago, y quién lo acompañó en el primer ochomil que alcanzó una expedición latinoamericana: el Gasherbrum II.Ha pasado más de medio siglo desde el día en que Claudio Lucero se hizo conocido como el Tártaro. Hoy tiene 77 años y, aunque ya no va de torso desnudo por los cerros, sigue con la misma actitud férrea.
"Soy un vago", dice mientras enciende una aromática pipa en el ordenado living de su casa, en Matta con Portugal. "Me gusta vagar por las montañas libremente. Eso me da la sensación de vivir de verdad".Lucero comenzó sus andanzas por los cerros cuando era muy joven, en Iquique, impulsado por su padre, quien forjó en gran medida esa meticulosa y ordenada personalidad. Con él aprendió lo que llama "el arte de la excursión". "Hay gente que va de camping en Chile porque le sale más barato veranear, pero contaminan y destruyen. Mi padre me enseñó la vida de camping de verdad: la alimentación, el vestuario, el equipo necesario, sin destruir el entorno".Cuando llegó a Santiago, se sintió un poco perdido en todo ese cemento. Rápidamente ingresó al club andino Mañke, donde se formó: "Con muy poca metodología y mucho romanticismo, los viejos nos enseñaron la montaña".
Compró sus primeros zapatos y mochila en la Casa Alpina, de la calle Nueva York. "Era la única tienda de artículos de montaña en Santiago, así que era difícil encontrar un piolet", recuerda mientras exhala una bocanada de humo. "Subíamos al cerro con lo que teníamos: tres chalecos de lana, un chaquetón encima, varios calcetines, unas frazadas cosidas a modo de saco de dormir y listo".
Su amigo Lamilla agrega: "Era una aventura. Capeábamos clases los sábados en el liceo Balmaceda, y partíamos con carpas agujereadas, ollas tipo marmita y un anafre que le sacábamos a la mamá".
Durante los 50 y 60, Lucero se dedicó a subir cuantos cerros fuera posible y formó parte del Cuerpo de Socorro Andino. "Me entrenaba para ir a buscar niños muertos en la montaña", explica con cierta rabia. Por eso decidió que era mejor enseñarle a la gente, "porque es imposible impedir que ellos vayan a los cerros, como a veces pretenden algunas autoridades".
Para prepararse él mismo, partió a los bosques del Cáucaso, en la ex Unión Soviética, donde hizo durante ocho meses cursos de instructor y rescatista de montaña. Después pasó por Grenoble, en Francia, para aprender de las escuelas alpinas, y con esos conocimientos volvió a Chile en pleno gobierno de Salvador Allende, dispuesto a crear la Escuela de Montaña de Chile.
"Le dije al presidente que cada chileno debía ser un montañero, porque si algún día teníamos que defender la Patria sería en las montañas", recuerda. "Y le gustó mi discurso, porque dispuso que la Junta de Auxilio Escolar y Becas me diera comida, que la Oficina de Emergencia me prestara carpas y que el Ministerio de Educación me facilitara buses para llevar a los niños de escasos recursos al cerro. Llegué a tener 4.000 jóvenes acampando al mismo tiempo".
En la época de Pinochet se exilió en México, donde también se dedicó a enseñar montañismo. Regresó a Chile en los 80 para consagrarse como maestro en la escuela de montaña que formó en la Universidad Católica. Fueron años de gloria, con cursos repletos de alumnos ávidos de sus conocimientos.
Conocidos montañistas como Rodrigo Jordán, Mauricio Purto y Ernesto Olivares se formaron bajo su alero.
Su discípulo Jordán se refiere a Lucero como "el maestro". "No es sólo profesor de una técnica, sino de una forma de vida. Él te acompaña en la montaña y te dice 'hágalo usted mismo', pero te corrige para que lo hagas bien. Este tipo de enseñanza te empodera, te da la capacidad de equivocarte y de aprender del error. Es el mejor profesor que he tenido".
Incluso Mauricio Purto, con quien se distanció a lo largo de las décadas, es categórico al hablar de él: "En sus 70 y tantos años, Lucero, maestro de varias generaciones de andinistas -entre las que me cuento-, dio así una muestra más de su increíble vitalidad y rusticidad, aquella que me hizo enamorarme del maestro cuando hacía mis pasos en la montaña como estudiante de medicina de la UC.
Con Lucero hice mi primer descenso en cuerda doble, apoyado por su presencia como una confianza ilimitada: un don de los grandes de espíritu", escribió en una columna suya en El Mercurio.Lucero enseña con el ejemplo, y eso queda marcado a fuego. En las salidas a los cerros que circundan Santiago, a eso de las seis de la tarde, cuando los alumnos ya se habían tomado toda el agua que llevaban para el día y estaban sedientos, él sacaba su cantimplora de dos litros, todavía intacta, y se daba un baño frente a ellos. "El agua es personal, jóvenes", les decía. "Era una lección dura", ríe Jordán, "pero no se te olvida más que el agua es vital y que uno tiene que cuidarse primero para asegurar al resto del grupo".
Lucero tiene una explicación pragmática para el éxito de su escuela: "El curso era con nota y el joven tenía que ser responsable para no perjudicar su promedio. Era una escuela de verdad y se pudo formar con disciplina. Fueron 20 años de buenos montañeros", dice con nostalgia: la Escuela de Montaña UC no existe más.
Sus códigos
Claudio Lucero es de ideas fijas. Una de ellas es que el montañismo es una actividad de amigos. "No voy con desconocidos a la cordillera", dice. De hecho, ha rechazado expediciones porque la gente que va no le gusta.Tiene fama de conflictivo y pesado. Una ex alumna suya lo escuchó cuestionar, asombrada, a los rugbistas uruguayos que sobrevivieron al accidente aéreo en Los Andes: dice que si hubieran querido salir de ahí antes lo hubieran hecho.
Luego de visitar Constitución para dar charlas motivacionales tras el pasado terremoto, apuntó contra los damnificados que sólo esperaban ayuda pública: "Vi a unos muchachos de 16 o 17 años que todavía no tenían clases; dormían hasta tarde, al mediodía iban a la cola para almorzar, vagaban toda la tarde y a las 7 se ponían de nuevo en la fila para esperar un plato de comida. ¡No hacían nada productivo por reconstruir!".
Jordán explica: "Su defecto y virtud es que no se guarda nada, no tiene filtro, y por eso hay mucha gente que no lo tolera". Y agrega: "Los códigos de la montaña son claros y simples, ahí está en su medio. Sobre los 4.000 metros la convivencia con él es espectacular, porque tiene un manejo único de lo que ocurre en la carpa, te acoge y te acompaña como nadie".Es así como ha conseguido detractores tan apasionados como sus seguidores. Una de las críticas frecuentes es que tiene una vasta experiencia en ascensiones, pero sin demasiados logros.
Su máximos éxitos incluyen los montes McKinley de Estados Unidos, Elbrus de Rusia, el Aconcagua y cinco veces ha llegado a la cima del Ojos del Salado, en Chile. Además, estuvo en cuatro intentos chilenos de alcanzar el Everest, incluyendo el exitoso de 1992. Y fue parte de la primera expedición chilena y sudamericana en alcanzar un ochomil: llegó a la cumbre del Gasherbrum II, junto a Gastón Oyarzún, en 1979. Pero incluso sobre ese logro se han esparcido dudas.
Lamilla, quien integró esa expedición con Lucero, explica que la polémica surgió cuando el famoso montañista Reinhold Messner vino a Chile y, al ver la foto de Lucero en la cima del Gasherbrum II, dijo -según Lamilla- "pero si ésa no es la cumbre". Messner había alcanzado la cima cuatro años antes que los chilenos."Pero yo le creo a Lucero. Tengo mucha confianza en Claudio y en lo que él dice", enfatiza Lamilla.
El mismo Lucero, enfrentado a estos cuestionamientos, dispara: "En el ambiente de montaña hay bastardos, que son los que viven diciendo que ellos son los que valen y el resto no sirve para nada. Pero yo no les hago caso".
Instalado en su sillón, pipa en mano, Lucero asegura que a la hora del balance le importan más las aventuras que los récords.
-¿Y cuál ha sido su mejor aventura?
"Fue en Chile, en la década del 60, cuando cruzamos los hielos patagónicos con un grupo de amigos del Mañke. Un barco de la Armada nos dejó en el fiordo Témpanos, rodeados de acantilados y hielo. Y después de cien días en el hielo aparecimos en el lago O'Higgins. No había puntos de referencia, no teníamos GPS ni ropa Gore-tex. Es la expedición de mayor aventura que he tenido en mi vida. No había cabida para el fracaso. O triunfábamos o nos moríamos".
-¿Y eso no es desapego a la vida?
"Es vivir la vida. Yo amo la vida, y por eso me la juego".
"Lucero te acoge y te acompaña como nadie", dice Rodrigo Jordan sobre su maestro.

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http://blogs.lasegunda.com/deportes/2009/05/22/claudio-lucero-amado-con-o-de.asp

Adolfo Dell' Orto Selman
Claudio Lucero: amado con O de odio

“La verdadera foto de cumbre es la que se toma a todo el grupo reunido ya de vuelta en el campamento base, sanos y salvos”. Esta frase —marca registrada del personaje aludido— sintetiza someramente el papel que ha desempeñado el viejo Lucero frente a la actividad montañera.

Claudio Lucero Martínez es iquiqueño de nacimiento, pero hace ya muchos años que recaló en Santiago y fue precisamente donde comenzó a practicar de manera intensa el montañismo, actividad que, a sus 75 años (o más, no sé), aún sigue realizando, principalmente orientado a la docencia.

Querido y odiado al mismo tiempo, este sacador de ronchas por naturaleza bien podría ser catalogado como uno de los fundadores del montañismo nacional debido a su intensa presencia en prácticamente todos los estamentos que rodea a la actividad desde sus orígenes, además de sus innumerables expediciones y viajes dentro y fuera del país, coronando, entre otros, la primera ascensión de una expedición latinoamericana al monte Everest. Pero Lucero empezó hace rato.

En los albores del montañismo nacional, donde la posibilidad de explorar nuevas rutas a las ya tradicionales (tradicionales para la época, considerando el reducido número de gente que practicaba la actividad), se generaron diferencias en la manera en que se desarrollaban los ascensos, o bien en sus repeticiones. Evidente, para una montaña que no registraba ascensos quizás lo más sensato era buscar una vía que fuese segura, sin importar el número de días que tomara y así garantizar su cima. Y de este modo se consiguieron muchos primeros ascensos, varios con Lucero a la cabeza.

Estos montañeros eran etiquetados, en ocasiones, de “serranos”, por ascender por la sierra o caminos más sencillos. Hoy en día, “chaleros”. Era que no, hubo quienes consideraron que no había que mirar sólo la vía “asegurada”, sino que levantar la vista unos grados e ir por lo nuevo o bien, complejo.

Curioso, porque el solo hecho de subir algo inexplorado ya era nuevo. Claro que muchos de estos disidentes resultaron ser de épocas posteriores.

(Ojo que no me quiero meter a repasar ni menos comparar las obras realizadas por los Krahl, Bachmann, Araneda, o Vázquez, Tangol, Kunstmann, Quinteros o también Oyarzún, Ambrus, Vigoroux, Gálvez y más de alguno que se me queda en el tintero, muchos grandes y adelantados aperturistas).

Lucero no era —ni será— de esa escuela. Es de otra línea: ni mejor, ni peor. Otra.

Uno de los aspectos que siempre ha resaltado con fuerza es el de la seguridad: desde el calcetín hasta la elección de la ruta. Buscar el camino más simple y seguro; asegurar cumbres y —miren lo que digo— explorar zonas vírgenes por caminos de “baja” dificultad (¿qué significa baja?). Así de sencillo.

Por cierto, sacrificar una cima en pos de una vuelta segura, no era motivo de discusión. Y al que no le guste…el que lo conoce, sabrá lo que digo. Él mismo sacrificó el Everest por ayudar a un compañero (Gastón Oyarzún), estando por sobre los 8.300 mts., pudiendo ser el primer sudamericano en hollar su cima.

Por lo anterior —y su históricamente reconocido carácter “complicado”— ha hecho merecedor a Don Claudio de ser, por un lado, un tipo “complejo” (quien no), y por otro, que su aporte al montañismo de corte más “técnico” (qué palabra más ambigua y manoseada) es bajo.

También se le tildó de “limitador” de potenciales talentos durante su estadía de 22 veranos en la UC, de preferencia escaladores y “visionarios” montañistas...ufff, no me consta directamente, pero como dijo el Puma Rodríguez, “hay que escuchar la voz del pueblo” (¿fue así o no?). Sano, pues de otro modo, no habría debate.

¿Qué cuántas paredes ha hecho?, ¿cuántas rutas nuevas hizo?, ¿qué variantes difíciles abrió en tal o cual cerro?, ¿qué grado o acrobacia o pirueta?, ¿se sube las piernas por detrás de la cabeza? Cuento de nunca acabar, pues siempre se hablará de niveles, dificultades, grados, de aperturas, repeticiones, etc. De visión incluso. Como sea, hay otros factores analizables además de la pirueta, tan en boga hoy en día. Y es precisamente donde el factor Lucero gana fuerza. Y adeptos. Y detractores, por cierto.

Con más de 30 años enseñando montaña, bien puede decirse que se trata de un formador, de un modelo para muchos que comenzaron a subir cerros bajo su sello, casi registrado. Su estilo, el conservador, en pocas palabras se caracteriza por grupos grandes y cargados como mulas, llevando hasta el perro por si falta algo y moviéndose por terrenos menos complejos. Este mismo estilo —criticado por muchos—, lo ha llevado varias veces a los Himalayas, a los Alpes, Antártica, Campos de Hielo, África, Rusia, etc., osea, es una fórmula que le ha dado dividendos. Y muy buenos. Y su estilo lo han heredado varios también en la formación de nuevos valores (Ernesto Olivares, por ej.).

Y así han seguido saliendo él y los suyos (innumerables) durante décadas, porque han vuelto para seguir haciéndolo. Para él, salir al cerro es una fiesta y como tal, hay que disfrutarla, pero con prudencia.

La historia dirá qué tipo de aporte será su legado. Y digo qué tipo, porque lo será, y con todas sus letras. Les guste o no. Otro corte, otro sabor, pero aporte. Y ojo, yo no soy de su escuela ni menos lucerano.

Para hablar del caballero de barba y pipa, el de los largos discursos, el de los ácidos enfrentamientos, el confrontacional, el organizador y líder, el formador, el en ocasiones tanque a pedales, el amado y odiado de igual manera, el de los chistes machistas que enfurecían a muchas malhumoradas mujeres (99%), se requiere más de una columna. Una colección de XXII tomos bastaría quizás. Pero no me da.

Pd: Hace un tiempo, mientras hablaba de X cerro con Lucero, le comenté que lo había subido por el día y solo. “Te felicito”, me dijo, “pero ¿viste el amanecer?, ¿con quién hablaste de la increíble vista?, ¿a quién abrazaste en la cumbre?”.

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Claudio Lucero- El sueño de Chile


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