Tuesday, March 30, 2010

 

La Parroquia San José de Chimbarongo y su párroco Juan Bautista Lagos Arraño





Parroquia San José, cura Gálvez, Ema BovetInda, Arnald Fonseca Vega, Juan Bautista Lagos, Francisco Torres, entre otros. Gentileza Cesar Cristensen


Personal del Hospital de Chimbarongo
Lucas Vargas, Caceres, Luis González, Juan Bautista Lagos, .Rosa Canales, Manuel , Marta Fajardo,

Alejandro Araya, Fernando Herrera, Rene Valderrama, Oscar Vargas, Troncoso, Maria Vargas, Victor Montenegro, Marta Saavedra, Edulia Astorga, Dr. Herrera, Rene Araya, Maria Astorga. Gentileza Cesar Cristensen


Planta profesores Liceo de Hombres Neandro Schilling de San Fernando 1953, a la derecha foto 10, el presbítero Juan Bautista Lagos A.

REPARACIÓN DEL ATRIO DE LA PARROQUIA SAN JOSÉ DE CHIMBARONGO
Seriamente dañado por el terremoto de marzo 1985 y condenado a su demolición´.
(
Colaboración de Joaquín Lagos Arraño)

La Parroquia San José de Chimbarongo, una de las más antiguas de la Diócesis de Rancagua, cuenta con una iglesia construida en ladrillos que posee además un atrio que constituye una joya arquitectónica, no existentes en otras iglesias del país
Cuando se hizo cargo de esta parroquia el sacerdote Juan Bautista Lagos Arraño, la casa parroquial era de dos pisos y el segundo sólo se utilizaba de bodega para guardar cosas que ya estaban fuera de uso. En vista de la poca utilidad que éste prestaba, el nuevo párroco decidió demolerlo y encargó a su hermano, el arquitecto Jorge para el efecto aprovechó totalmente el techo existente y se resrauró totalmente el primer piso pintándolo adecuadamente.



La iglesia parroquial ha soportado con seguridad los embates del tiempo y los distintos terremotos ocurridos especialmente durante el siglo XX. El párroco se preocupó de su reparación y de su pintura, para lo cual tuvo especial cuidado en preservar y restaurar una pintura del monje benedictino, Dom Pedro Subercaseaux que en el muro detrás del altar.



Como ya se dijo, la iglesia parroquial posee un hermoso atrio, el cual había soportado estoicamente los diversos terremotos ocurridos. Sin embargo, el terremoto del año 1985 fue implacable y produjo en él algunas fisuras que causaron preocupación, tanto en el Obispado como en el párroco. La iglesia, en cambio, experimentó daños menores.

Ante esta situación, el obispo diocesano, Monseñor Jorge Medina recurrió al arquitecto que lo asesoraba, quien, después de una visita a Chimbarongo decidió en forma terminante que era necesario su demolición, tal como se hizo con el frontis de una de las iglesias de San Fernando.

El párroco Sr. Lagos preocupado y no convencido totalmente de la decisión del obispado recurrió a sus hermanos Jorge y Joaquín, este último en su calidad de ingeniero civil, quienes visitaron la iglesia y además otras iglesias para ilustrarse y compenetrarse debidamente de la situación y de los problemas que ella involucraba.

Como resultado de estas gestiones, ambos hermanos decidieron terminantemente que demoler el atrio era un crimen y un atentado contra el patrimonio cultural, ya que se convencieron que esa obra incluso debiera declararse patrimonio nacional, dada su majestuosidad y su belleza y así se lo comunicaron a su hermano que acogió la idea.

Acordado, entonces, el mantenimiento del atrio, los hermanos del párroco se pusieron en campaña con entusiasmo y mucho amor, y después de varias consultas y visitas tuvieron la suerte de encontrar una firma argentina, nueva en el rubro, que se dedicaba a reparaciones de obras de ladrillo y concreto, para lo cual había creado un material que, aplicado en fisuras y grietas de una obra, lograban obtener su absoluta y total recuperación; en esos casos, de producirse un colapso, la obra reparada se rompía en otra parte, no en el lugar que había sido reconstituido con dicho material.
Con la aprobación del párroco y de acuerdo con el contratista, se realizó una visita a Chimbarongo y después de un acucioso examen del atrio y de un intenso intercambio de opiniones, la firma aceptó realizar la reparación del atrio; y a su regreso a Santiago procedió a confeccionar el presupuesto que fue aceptado por los tres hermanos Lagos.

De inmediato, entonces, se iniciaron los trabajos de reparación ante la curiosidad, e incluso críticas de algunos vecinos de Chimbarongo, que conocedores de la decisión del Obispado en efectuar la demolición, no creían en la posibilidad de reconstruir esa parte de la iglesia. Ante estas críticas el párroco pidió a su hermano Joaquín que hablara en la misa de las 10:00 A.M. de un día domingo, en lugar de su sermón, para que explicara el que los profesionales Lagos estaban coludidos con el contratista y recibirían una “coima”. Ante esta absurda acusación, el ingeniero Lagos afirmó enérgicamente que la colaboración de él y de su hermano era absolutamente gratis y constituía un obsequio a su hermano, el párroco.
Finalmente, los trabajos de reparación del atrio se efectuaron sin problemas y al término de ellos, el párroco decidió celebrar con una asamblea pública y un cóctel este feliz acontecimiento, al cual asistió también el Obispo Monseñor Medina.
En dicha oportunidad el párroco pidió al ingeniero Joaquín Lagos que se dirigiera a la concurrencia para explicar el desarrollo de los acontecimientos desde sus inicios, las gestiones que se habían realizado y por último el éxito alcanzado en los trabajos, todo lo cual significaba que Chimbarongo siguiera contando con una iglesia
Como una anécdota al respecto, cabe decir que en el cóctel Jorge Lagos le echó en cara al obispo Medina que el párroco había tenido que recurrir a fuentes externas gubernamentales e internacionales, para poder financiar los trabajos, ya que el Obispado en ningún momento se hizo presente con una ayuda. A los pocos días, el párroco recibió del Obispado un cheque por $250.000 como aporte de la Diócesis.

Y a propósito del financiamiento de los gastos que demandó la reparación del atrio, es necesario tener presente y destacar con fuerza y profunda admiración, que el párroco Juan Bautista Lagos Arraño al no contar con la colaboración de sus feligreses, realizó una intensa campaña para recolectar fondos; y con esta intención se dirigió al Subsecretario del Interior don Belisario Velasco, actual ministro del ramo, y a instituciones religiosas alemanas.


Los hermanos del párroco, foto 1, primero de izq a derecha: Joaquín Lagos Arraño, ingeniero y en segunda foto de derecha a izquierda Jorge Lagos Arraño, arquitecto.

De ellos recibió una oportuna y valiosa colaboración y gracias a esto y a la ayuda desinteresada de los hermanos del párroco, fue posible evitar la amputación del atrio, condenando a esta joya arquitectónica, como en realidad lo es, al más penoso, irreparable y triste destino: su demolición.
Chimbarongo, como pueblo y parroquia, debe mucho al sacerdote Juan Bautista Lagos Arraño, no sólo por lo anteriormente expuesto, ya que debe considerarse, además, la ampliación del Cementerio Parroquial, para lo cual contó también con la colaboración gratuíta de sus hermanos profesionales.
J.L.A- Febrero 2007.


Estado actual de la parroquia después de sufrir el pasado 27 de febrero de 2010 los catastróficos efectos del terremoto 8,8 grados Ritcher.

INTRODUCCIÓN

El origen de la Parroquia de Chimbarongo, o San José de Toro, se encuentran en la fundación del Convento mercedario de San Juan Bautista la que se debió a la generosidad del Capitán don Juan Bautista de Porras quien donó los terrenos necesarios para ello. Fue así como el día 28 de Febrero de 1612 se llevó a efecto el acto para dar lugar a un tranque destinado al riego de toda la región. Allí los padres mercedarios levantaron el Convento y la Iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes originando desde esa época los bautismos, matrimonios y de toda la región y particularmente los de las comunidades indígenas de Teno y Rauco. Vecina al convento de San Juan Bautista, en terrenos del Maestre de Campo don Pedro de Toro Mazote y Celada, se instaló la parroquia bajo la advocación de San José de donde le vino el nombre de San José de Toro. En 1695, por iniciativa del Gobernador y Capitán General don Tomás Marín de Poveda se erige la villa de Chimbarongo a la cual se traslada posteriormente la Parroquia de San José de Toro. Chimbarongo obtuvo el título de “villa” el 31 de marzo de 1871.

De esta manera, en 1664 en que se registran las primeras partidas sacramentales, San José de Toro o Chimbarongo era una de las 32 parroquias de la Diócesis de Santiago y abarcaba su doctrina “más de treinta leguas” comprendiéndose en ella los poblados de Teno y Rauco .

En la parte A) entregaremos los extractos de las partidas de matrimonio del siglo XVII que aun se conservan.

Son 346 partidas que permiten sacar algunas conclusiones interesantes que consignamos al final.

En la parte B) van los extractos de las partidas de bautismos del siglo XVII. Estas partidas, las más numerosas son 607. Asimismo, al final van las conclusiones a que ellas permiten llegar.

Queremos dejar testimonio de nuestra gratitud para con el señor Párroco de Chimbarongo, Pbro. Juan Bautista Lagos, quien no solo nos abrió el Archivo Parroquial y nos dio toda clase de facilidades para nuestro trabajo sino que también compartió su mesa cariñosamente con nosotros.


Existen Libros de Bautismo desde el año 1663, que son verdaderas reliquias que guardan estos

monumentales muros de nuestra Parroquia San José de Chimbarongo. En 1666 se bautizaron a doce españoles, ocho indios de encomienda y cuatro mestizas.
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Evocando al presbítero Juan Bautista Lagos Arraño
José Arraño Acevedo

Hace poco, después de prolongada enfermedad, entregó su alma a Dios, en la ciudad capital regional, el Pbro. Juan Bautista Lagos Arraño, que por más de cuatro décadas fuera párroco de la tricentenaria iglesia de Chimbarongo.
Había nacido en Ciruelos, en junio de 1907, como hijo de Juan Bautista Lagos Tobar y de Elisa Arraño Ortiz. Sus estudios primarios, en la escuela natal, donde su padre fuera director por mucho tiempo. De once años, ingresa al Seminario Conciliar de Santiago, en el período en que era rector el más tarde primer Obispo de Rancagua, monseñor Rafael Lira Infante y había un profesorado prestigioso, donde sobresalían los presbíteros Eduardo Larraín Cordobés (que en 1938 fue consagrado como segundo obispo de Rancagua), Gonzalo González Cerda, Enrique Baeza Guzmán, Enrique Eyzaguirre Alcalde, Aníbal Carvajal Aspée, etc.
En el colegio levítico fue miembro de congregaciones y de academias, perfeccionando así su formación eclesiástica. También fue inspector de cursos preparatorios. Fue ordenado sacerdote en diciembre de 1929, con dispensa especial del Santo Padre, pues sólo tenía veintidós años de edad y la disposición de la Iglesia exigía veinticuatro como mínimo. Celebró su primera misa en la ahora más que centenaria parroquia de Ciruelos.
En 1930 fue vicario cooperador de las parroquias de Buin y Maipo; a fines de ese mismo año fue párroco de Tinguiririca; en mayo de 1931 se trasladó a Placilla, donde construyera el actual templo parroquial; en 1952 fue designado cura de Chimbarongo, una de las más antiguas parroquias de la diócesis de Rancagua. Es en este período cuando esta parroquia cumpliera sus 300 años de vida.
En su extensa trayectoria sacerdotal tuvo activa participación como profesor de Religión, pues lo fue en el Liceo de Hombres de San Fernando, del Liceo Técnico Felisa Tollup, de la Escuela Isabel la Católica y de diversas escuelas básicas de la zona. Fue capellán del Hospital de Chimbarongo por tres décadas; en la comuna levantó las capillas de Mariposas y Casa Azul.
Se distinguió siempre por ese celo que lo hacía todo para todos, poniendo siempre su buena voluntad al servicio de las almas a él confiadas; siendo reconocida esa simpatía que mantenía su espíritu altamente juvenil.
El 2 de enero de 1990, la Ilustre Municipalidad de Chimbarongo, considerando que “su permanencia en la comuna constituía un ejemplo de trabajo, abnegación, desinteresada entrega al servicio espiritual de la comunidad” lo declaraba Ciudadano Ilustre de la Comuna de Chimbarongo, en homenaje a sus 60 años de sacerdocio. Firmaba el decreto su alcaldesa, Rita Sepúlveda Celsi, lo que al presbítero Lagos Arraño constituyó un especial reconocimiento por su grandiosa labor sacerdotal.
Faltando poco para sus 92 años de vida, su cuerpo fue sepultado en el Cementerio rancagüino, después de funerales en la Iglesia Catedral, por su obispo diocesano y una hermosa asistencia de sacerdotes amigos, como familiares y antiguos conocidos.
Desde estas costas cardenalicias –que él mucho añoraba- evocamos su figura de apóstol abnegado al servicio de su Dios.

Publicado en El Rancagüino y en el Diario VI Región (1999)

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