Monday, June 07, 2010
Rescatan 45 mitos del pueblo kawésqar
http://www.emol.com/
lunes 7 de junio de 2010
El estudioso Óscar Aguilera encabeza un proyecto que quedará terminado en tres años. Será un compendio de más de 600 páginas.
Rolando Martínez desde Punta Arenas
La mítica leyenda cuenta que "una mujer kawésqar se enamora del lobo marino y les dice a todos que es su marido, lo que cae pésimo en la familia. Cuando el lobo se queda dormido lo matan y cae sobre el fuego". Fue la primera vez que los kawésqar comieron lobo, dicen. Luego, pasó a ser su fuente alimenticia.
Con simpleza ese mito se transmitió entre varias generaciones kawésqar, para responder cuándo los antiguos indígenas -que habitaron canales patagónicos- empezaron a saborear el lobo marino, aprovechando su piel y huesos.
Así lo relata el estudioso etno-lingüista Óscar Aguilera, quien está recopilando ése y otros 44 mitos. Un trabajo paciente en que lo acompaña el kawésqar Francisco Arroyo, uno de los antiguos habitantes de la etnia en Puerto Edén, situado en la Isla Wellington y a unos 500 kilómetros al norte de Puerto Natales.
El sol y la luna
En su mundo mítico, el sol y la luna eran hermanos. Según explica Aguilera, los caoneros relataban que en algún momento del pasado el astro Sol Primero invitó a la Luna a subir al cielo. Y luego hizo lo mismo con las estrellas, que para los kawésqar eran como luces que los ayudaban mientras navegaban. Así, el estudioso sostiene que los mitos explican todo el mundo kawésqar. A través de ellos vislumbraban cómo se habían formado los canales, el Sol, la Luna, o la fauna.
El pez Chancharro
¿Cómo entendieron ellos la formación de los canales patagónicos? El mito transmitido por varias generaciones y que "refrescó" Francisco Arroyo responsabiliza al pez Chancharro. Él provocó la gran división del mar en la zona interior de Magallanes. "El pez era un tabú para los kawésqar. Sabían que no lo podían molestar. Pero un día lo hicieron, tirándolo, y empezó a aletear. Con eso desprendió la tierra y se formaron los canales", resume Aguilera.
Y agrega: "Según esta etnia, hay una primera edad que es el caos, donde no hay orden en la tierra: el viento norte sopla contra el viento sur. Es un absoluto desorden. Después, de una forma desconocida, el mundo se ordena, y surgen los hombres-animales; por ejemplo, mitad zorzal y mitad hombre".
El investigador explica que el mundo mítico también albergaba seres que siempre tuvieron características de animales, como mamíferos terrestres y marinos, algunos de los cuales eran fuentes de alimento.
Pero tal como el pez Chancharro, el huemul era visto con recelo: era portador del fuego. Sólo sus crías podían ser alimento.
Otro de los mitos que aborda este trabajo se relaciona con los períodos de caza en que los canoeros se desplazaban desde el este -en la zona de los canales- hacia el oeste, mirando al Pacífico sur. El arqueólogo francés Joseph Emperaire, en su libro "Nómades del mar", se pregunta por qué los kawésqar se irán al lado del océano Pacífico y plantea que quizás lo hacían por nostalgia.
Sin embargo, según la recopilación de estas leyendas, los kawésqar tenían establecidas dos zonas de caza. Una en los canales interiores donde pasaban la mayor parte del tiempo, y luego iban al oeste, un sector que concentraba una gran cantidad de aves. Los indígenas las buscaban en un periodo de caza estacional.
Gran compendio
En el proyecto que encabeza el etno-lingüista Óscar Aguilera participan también el antropólogo kawésqar José Tonko y María Eugenia Brito, doctora en literatura.
Entre 1975 y 1985, Aguilera reunió una serie de relatos de antiguos kawésqar que contaban leyendas, pero eran muy fragmentados y cortos.
Logró reforzar su investigación en 2006 y 2007 al encontrarse en Puerto Edén con Francisco Arroyo, quizás el último narrador kawésqar antiguo que aún habita en la apartada localidad. Él le permitió ampliar aún más el conocimiento de estos mitos.
El trabajo de Aguilera está en plena ejecución, con apoyo del Fondecyt, y quedará terminado en 2013 o 2014. Serán más de 600 páginas, que contendrán los 45 mitos kawésqar.
Actualmente, en Puerto Edén viven 15 de estos indígenas. Y nueve de ellos son los más longevos.
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domingo 13 de junio de 2010
La franco-americana murió a los 88 años:
Falleció la antropóloga Anne Chapman
La destacada etnóloga investigó a los pueblos selk'nam y yámanas de Tierra del Fuego.
Ignacio Palma Contreras
Anne Chapman, antropóloga franco-americana que realizó las investigaciones más importantes de los últimos 50 años sobre pueblos indígenas australes, falleció ayer en París a los 88 años. Su labor en los estudios de las culturas indígenas mesoamericanas y sudamericanas -especialmente al rescatar conocimientos de los últimos descendientes de los selk'nam (onas) y yámanas (yaganes) de Tierra del Fuego- ha sido ampliamente reconocida.
Su vínculo con Chile nació durante los 60 en París. Era miembro del Centre National de la Recherche Scientifique, dirigido por Claude Lévi-Strauss, y partió en una misión a Tierra del Fuego, donde investigaría a los selk'nam, etnia que se creía extinta.
Fue en dicho viaje de 1964 que su entusiasmo por investigar a este pueblo se acrecentó, especialmente tras conocer a Lola Kiepja, una descendiente selk'nam de 90 años, a quien grabó sus cantos y lamentos. Tras la muerte de Kiepja, conoció a Ángela Loij, hija de indígenas selk'nam, quien le explicó los mitos y ceremonias del Hain. Gracias a estas investigaciones escribió su libro "Los selk'nam: la vida de los onas" (1986) y realizó el documental "Vida y muerte de los onas" (1977).
Una de sus más cercanas colaboradoras de Chile, la etnóloga Viviana Manríquez, la recuerda como "muy preocupada por la difusión del conocimiento de estos grupos, realizando exposiciones de sus fotografías y charlas en distintos museos, universidades de Santiago, Buenos Aires y París".
En tanto, el Premio Nacional de Historia 2000, Mateo Martinic, quien trabajó con Chapman en sus visitas a la Región de Magallanes, no escatima en elogios: "Su trabajo fue un aporte al adelanto científico en la especialidad, y además a la cultura chilena".
A su vez, la destacada antropóloga nacional Sonia Montecino rescata que Chapman haya realizado un aporte fundamental a la etnología de las sociedades "fueguinas". "Recogió las voces casi espectrales de las viejas mujeres de ese pueblo originario, las últimas poseedoras de los recuerdos de un universo nomádico y destruido", concluye.
lunes 7 de junio de 2010
El estudioso Óscar Aguilera encabeza un proyecto que quedará terminado en tres años. Será un compendio de más de 600 páginas.
Rolando Martínez desde Punta Arenas
La mítica leyenda cuenta que "una mujer kawésqar se enamora del lobo marino y les dice a todos que es su marido, lo que cae pésimo en la familia. Cuando el lobo se queda dormido lo matan y cae sobre el fuego". Fue la primera vez que los kawésqar comieron lobo, dicen. Luego, pasó a ser su fuente alimenticia.
Con simpleza ese mito se transmitió entre varias generaciones kawésqar, para responder cuándo los antiguos indígenas -que habitaron canales patagónicos- empezaron a saborear el lobo marino, aprovechando su piel y huesos.
Así lo relata el estudioso etno-lingüista Óscar Aguilera, quien está recopilando ése y otros 44 mitos. Un trabajo paciente en que lo acompaña el kawésqar Francisco Arroyo, uno de los antiguos habitantes de la etnia en Puerto Edén, situado en la Isla Wellington y a unos 500 kilómetros al norte de Puerto Natales.
El sol y la luna
En su mundo mítico, el sol y la luna eran hermanos. Según explica Aguilera, los caoneros relataban que en algún momento del pasado el astro Sol Primero invitó a la Luna a subir al cielo. Y luego hizo lo mismo con las estrellas, que para los kawésqar eran como luces que los ayudaban mientras navegaban. Así, el estudioso sostiene que los mitos explican todo el mundo kawésqar. A través de ellos vislumbraban cómo se habían formado los canales, el Sol, la Luna, o la fauna.
El pez Chancharro
¿Cómo entendieron ellos la formación de los canales patagónicos? El mito transmitido por varias generaciones y que "refrescó" Francisco Arroyo responsabiliza al pez Chancharro. Él provocó la gran división del mar en la zona interior de Magallanes. "El pez era un tabú para los kawésqar. Sabían que no lo podían molestar. Pero un día lo hicieron, tirándolo, y empezó a aletear. Con eso desprendió la tierra y se formaron los canales", resume Aguilera.
Y agrega: "Según esta etnia, hay una primera edad que es el caos, donde no hay orden en la tierra: el viento norte sopla contra el viento sur. Es un absoluto desorden. Después, de una forma desconocida, el mundo se ordena, y surgen los hombres-animales; por ejemplo, mitad zorzal y mitad hombre".
El investigador explica que el mundo mítico también albergaba seres que siempre tuvieron características de animales, como mamíferos terrestres y marinos, algunos de los cuales eran fuentes de alimento.
Pero tal como el pez Chancharro, el huemul era visto con recelo: era portador del fuego. Sólo sus crías podían ser alimento.
Otro de los mitos que aborda este trabajo se relaciona con los períodos de caza en que los canoeros se desplazaban desde el este -en la zona de los canales- hacia el oeste, mirando al Pacífico sur. El arqueólogo francés Joseph Emperaire, en su libro "Nómades del mar", se pregunta por qué los kawésqar se irán al lado del océano Pacífico y plantea que quizás lo hacían por nostalgia.
Sin embargo, según la recopilación de estas leyendas, los kawésqar tenían establecidas dos zonas de caza. Una en los canales interiores donde pasaban la mayor parte del tiempo, y luego iban al oeste, un sector que concentraba una gran cantidad de aves. Los indígenas las buscaban en un periodo de caza estacional.
Gran compendio
En el proyecto que encabeza el etno-lingüista Óscar Aguilera participan también el antropólogo kawésqar José Tonko y María Eugenia Brito, doctora en literatura.
Entre 1975 y 1985, Aguilera reunió una serie de relatos de antiguos kawésqar que contaban leyendas, pero eran muy fragmentados y cortos.
Logró reforzar su investigación en 2006 y 2007 al encontrarse en Puerto Edén con Francisco Arroyo, quizás el último narrador kawésqar antiguo que aún habita en la apartada localidad. Él le permitió ampliar aún más el conocimiento de estos mitos.
El trabajo de Aguilera está en plena ejecución, con apoyo del Fondecyt, y quedará terminado en 2013 o 2014. Serán más de 600 páginas, que contendrán los 45 mitos kawésqar.
Actualmente, en Puerto Edén viven 15 de estos indígenas. Y nueve de ellos son los más longevos.
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domingo 13 de junio de 2010
La franco-americana murió a los 88 años:
Falleció la antropóloga Anne Chapman
La destacada etnóloga investigó a los pueblos selk'nam y yámanas de Tierra del Fuego.
Ignacio Palma Contreras
Anne Chapman, antropóloga franco-americana que realizó las investigaciones más importantes de los últimos 50 años sobre pueblos indígenas australes, falleció ayer en París a los 88 años. Su labor en los estudios de las culturas indígenas mesoamericanas y sudamericanas -especialmente al rescatar conocimientos de los últimos descendientes de los selk'nam (onas) y yámanas (yaganes) de Tierra del Fuego- ha sido ampliamente reconocida.
Su vínculo con Chile nació durante los 60 en París. Era miembro del Centre National de la Recherche Scientifique, dirigido por Claude Lévi-Strauss, y partió en una misión a Tierra del Fuego, donde investigaría a los selk'nam, etnia que se creía extinta.
Fue en dicho viaje de 1964 que su entusiasmo por investigar a este pueblo se acrecentó, especialmente tras conocer a Lola Kiepja, una descendiente selk'nam de 90 años, a quien grabó sus cantos y lamentos. Tras la muerte de Kiepja, conoció a Ángela Loij, hija de indígenas selk'nam, quien le explicó los mitos y ceremonias del Hain. Gracias a estas investigaciones escribió su libro "Los selk'nam: la vida de los onas" (1986) y realizó el documental "Vida y muerte de los onas" (1977).
Una de sus más cercanas colaboradoras de Chile, la etnóloga Viviana Manríquez, la recuerda como "muy preocupada por la difusión del conocimiento de estos grupos, realizando exposiciones de sus fotografías y charlas en distintos museos, universidades de Santiago, Buenos Aires y París".
En tanto, el Premio Nacional de Historia 2000, Mateo Martinic, quien trabajó con Chapman en sus visitas a la Región de Magallanes, no escatima en elogios: "Su trabajo fue un aporte al adelanto científico en la especialidad, y además a la cultura chilena".
A su vez, la destacada antropóloga nacional Sonia Montecino rescata que Chapman haya realizado un aporte fundamental a la etnología de las sociedades "fueguinas". "Recogió las voces casi espectrales de las viejas mujeres de ese pueblo originario, las últimas poseedoras de los recuerdos de un universo nomádico y destruido", concluye.
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